En ocasiones, en nuestra vida, se nos plantean situaciones que hacen que los pilares que sustentan nuestra estabilidad se tambaleen, que no sabemos cómo afrontar, y es entonces, cuando un/a profesional nos puede ayudar a tomar perspectiva y darnos las claves y herramientas necesarias para superar con éxito esos baches, que desgraciadamente no se pueden evitar y que forman parte del aprendizaje vital.
La concepción de que las personas que acuden a un/a profesional de la psicología, es sólo porque tienen un trastorno significativo debe desaparecer. Todos y todas, como personas humanas que somos, en algún momento de nuestra vida, necesitamos orientación, apoyo y guías cualificadas que nos ayuden a afrontar acontecimientos vitales para los cuáles no disponemos de herramientas suficientes o adecuadas.
Esa es precisamente la función de la profesión a la que pertenezco, además de tratar trastornos psicológicos más o menos graves, dotar de herramientas personales a las personas que no disponen de las mismas para que alcancen su bienestar y vivan una vida de satisfacción plena.
Por supuesto, pedir ayuda a un/a profesional, no debe ser el último paso a dar, es decir, no hay que esperar a “tocar fondo”, sino que la prevención debe convertirse en la pieza clave de nuestras vidas. Hay que reaccionar ante la llegada de nuevas situaciones y estar preparados para afrontarlas y salir victoriosos.
Por todos estos motivos, tenemos que ver la psicología como un recurso más a nuestro alcance, una ayuda para mejorar nuestra calidad de vida, y no como una opción para personas con graves problemáticas mentales.